La verdad es que la fotografía es algo perenne, que no conoce de estaciones climáticas. Pero el verano suele tener algo especial que permite enfocarla de un modo diferente, más calmado y sosegado.
Si trabajas suele ser la época en la que tienes vacaciones. Y si encima tienes la suerte de poder viajar eso se convierte en una oportunidad única de alimentar tus ojos, tu cerebro y tu cámara de fotos con imágenes de rincones especiales.

Enfoco el verano como un momento propicio para descansar y dejar de hacer cosas. Desconectar de lo cotidiano y enfocar nuevas experiencias o simplemente dejar pasar el tiempo sin más. A ello le añado unos momentos para la reflexión, tanto en el plano personal como en el estrictamente profesional: echar la vista atrás, analizar los trabajos realizados, con sus aciertos y desaciertos, y plantear soluciones alternativas a partir de mis conocimientos actuales. El camino es largo hasta poder autodenominarme FOTÓGRAFO (así, en mayúsculas y con todo lo que conlleva) pero es cuestión de afrontarlo con ganas, recorrerlo y disfrutar a lo largo del tránsito.