Organizar una exposición es quizá una de las actividades más duras en el trabajo de cualquier artista, sobre todo cuando no cuenta con un equipo que le preste apoyo. Para conseguir hacer algo decente hay que tener presente el gran esfuerzo que conlleva, tanto de tiempo como de dinero, que nos obliga a realizar un estudio previo de su viabilidad -valorar si el trabajo que hemos hecho tiene una calidad mínima para ser mostrado y si va a tener una repercusión cuanto menos aceptable-, así como a una concienzuda planificación de la misma.
Son muchos los elementos que intervienen en el proceso; entre ellos los que enumero a continuación, sin entrar en detalle sobre cada uno de ellos:
- El primero y más obvio es tener una serie de trabajos dignos que merezcan la pena ser mostrados al público -sobre esto también habría mucho que hablar-. Se deben realizar unos revelados adecuados de las fotografías -hablaré de fotografía porque es mi terreno- y un enmarcado de las mismas acorde al lugar donde vayan a ser expuestas. Igualmente implementar un sistema de almacenaje y transporte que evite daños en nuestros trabajos.
- Contar con un lugar adecuado en el que las obras puedan ser exhibidas en buenas condiciones, tanto espaciales como lumínicas. Está claro que una galería de arte o similar es uno de los mejores ambientes posibles, sobre todo si contamos con la complicidad del galerista que atraerá a un público interesado en el mundo del arte. No obstante también hay otros espacios en los que, si bien no es su actividad principal, también se realizan exposiciones de forma habitual (cafés, tiendas de moda o diseño, centros públicos, etc.). Algunos de ellos están bien montados y cuentan con un público fiel. Es cuestión de cada uno evaluar cuál es el mejor espacio para su obra, así como saber decir que no cuando el lugar no es el adecuado. Y otro detalle importante, hay que tener la posibilidad de poder acceder a estos lugares (en algunos se realiza una selección previa o te pueden exigir un cierto curriculum para ser considerado)
- Una promoción adecuada es esencial -quizá lo principal-, ya que sin ella nada de lo anterior habra merecido la pena. Ahí están las redes sociales -que no dejan de ser un tótum revolútum en los que casi nadie encuentra nada y rara vez llegamos a nuestro target de potenciales visitantes-, pero ya que las tenemos y son gratis (o casí), usémoslas. El uso de etiquetas (tags) concretas y concisas nos puede echar una mano (pequeña). Más interesante puede resultar el ir haciendo una lista o agenda de teléfonos y correos electrónicos de personas interesadas en nuestra obra, que van a ser más receptivos a nuestros mensajes y seguramente nos harán una visita. Elaborar y mantener un listado de este tipo es algo obligatorio para cualquier artista mínimamente serio. Por último si el local donde exponemos cuenta con su propia cartera de usuarios nos ayudará enormente a convocar a un público especializado y cuanto menos mínimamente interesado por nuestro trabajo y/o por el mundo del arte en general.

Pero en este artículo me quería centrar en un aspecto que casi nunca se tiene en cuenta y personalmente creo que es un elemento que puede otorgar un carácter especial y diferenciador a nuestra exposición: la música o banda sonora que va a acompañar a nuestras imágenes.
Al mismo tiempo que organizamos de una forma argumental la secuencia de fotografías a mostrar, me gusta que éstas tengan su propia banda sonora. Seleccionar una serie de canciones que cobijen acústicamente a nuestras fotografías, que ayuden o den más pistas al espectador a la hora de interpretarlas y que funcionen al igual que funciona la música en una película.
Muchos artistas dan la importancia que se merece a este aspecto. Incluso hay empresas especializadas en crear bandas sonoras para exposiciones. A modo de ejemplo me gustaría destacar el trabajo que hizo parte de la banda New Order para la exposición que el diseñador británico Peter Saville realizó en el Design Museum de Londres en el año 2003. En este caso no se trata de una mera recopilación de temas, sino de una banda sonora ambiental creada específicamente para esta exposición.
A nivel nacional podemos nombrar al grupo Fangoria que, junto a Actibeat, crearon un disco instrumental «Sonidos para una exposición» a modo de banda sonora de una exposición del artista Pablo Sycet.
Por mi parte intento siempre buscar una serie de temas que tengan que ver con el tema de la exposición. Para ello, me suelo basar en mi larga trayectoria escuchando música, y no me importa dedicar unas cuantas horas a este proceso. Creedme que el resultado va a merecer la pena. Suelo elegir música de todo tipo para dar variedad, aunque, en general, me gusta que el ritmo sea bastante tranquilo y no haya demasiadas estridencias.
A continuación os presento un par de exposiciones que he hecho junto a la «banda sonora» que seleccioné para cada una de ellas.
Que ustedes las disfruten.
Radiografías
Esta exposición reune una serie de fotografías en las que el cuerpo humano interactua con radiografías de diversas partes del mismo. El color negro es el protagonista y el que sirve de marco para el discurso que se desarrolla a lo largo de las diferentes imágenes, en las que se realiza un juego de extremos en busca de un equilibrio que nunca llega a ser perfecto: interior/exterior, positivo/negativo, luz/oscuridad, son algunas de las parejas que compiten en esta dualidad en la que nunca gana nadie.
A modo de lema o presentación de la misma, usamos la siguiente frase de Charles Bukowski adaptada por nosotros:
«la carne cubre el hueso
y dentro le ponen
un cerebro y
a veces un alma»
(charles bukowski)
ésta,
es una de esas veces
La banda sonora elegida es, en general, bastante ambiental, sin grandes disonancias, pensada para crear un fondo sonoro que arrope al espectador. Comenzamos con el «Radioactivity» de Kraftwerk, un clásico de la electrónica de los años 70, y después se suceden diversos temas en los que combino sonidos oscuros (Joy División, Cocteau Twins o The cure con su maravilloso «The drowning man» perteneciente a su fascinante albúm «Faith» de 1981) con otros más ambientales (Air, Paco Fernández, Blue Nile) y contemporáneos (Massive Attack, Miss Kittin, Hess is more)
NOTA: Es posible que la aplicación Spotify te requiera estar registrado para poder escuchar las canciones.
Ohm
Georg Simon Ohm fue un físico alemán que formuló la ley que lleva su nombre y que conforma una de las bases de la electricidad. Partiendo de su figura, un tanto a modo de excusa y otro tanto como homenaje, esta exposición gira en torno a diferentes perspectivas de una maquina extractora de mineral que se encuentra actualmente en el Museo Minero de Escucha (Teruel).

Consta de una docena de imágenes que indagan y penetran en el ser de la maquinaria y de la propia electricidad de le dio vida.
Trabajada toda ella en blanco y negro, la exposición conforma una búsqueda y una reinterpretación de una máquina en desuso como fuente para la reflexión de cómo un objeto aparentemente inútil puede reconvertirse en una fuente de inspiración y belleza.
La idea inicial era elegir canciones cuy título incluyera las palabras ohmio (inmediatamente me vino el grupo Kraftwerk a la cabeza) o electricidad. Sin mucho esfuerzo logré reunir 68 temas, aunque muchos de ellos no me convencian en absoluto. Así que finalmente opté por algo más variado pero buscando temas que, de un modo u otro, me sugirieran el concepto electricidad, aunque no figurara en el título de la canción.
De nuevo comenzamos con Kraftwerk y su «Ohm sweet ohm»-qué haría yo sin ellos- y desarrollamos un discurso sonoro en el que la electrónica más pura, con un cierto toque vintage (Orchestral Manoeuvres in the Dark, Luke Slater, Visage) se mezcla con sonidos más clásicos (en mi concepto de clásicos caben bandas y artistas como The Cure, Leonard Cohen, Roxy Music, Pink Floyd…) junto a cosas más ambientales (Dead Can Dance, Blue Nile, Odesza)
NOTA: Es posible que la aplicación Spotify te requiera estar registrado para poder escuchar las canciones.