En los últimos tiempos he comenzado una etapa de barbecho artístico. Había llegado a un punto en el que me sentía amenazado por el fantasma del estancamiento y la repetición, por una sensación de estar atado y no poder avanzar ni dar un paso en ninguna dirección. Ya no sentía ese gusanillo que te debe picar por dentro ni me producía felicidad alguna.
Así que lo mejor en estos casos suele ser pararte un tiempo, recoger los bártulos, respirar profundamente y mirar alrededor para buscar soluciones.
Siempre he sido un culo inquieto, así que es hora de explorar nuevas posibilidades. ¿Qué pasaría si configuro la cámara para que dispare directamente en blanco y negro? ¿Y si dejamos las cosas tal y como salen? ¿O sí nos vamos a algún sitio, sin rumbo fijo, y nos dedicamos a observar en vez de mirar a través del objetivo de la cámara? Creedme que pueden sonar a tontería, pero en mi caso están teniendo un cierto efecto terapeútico a la vez que divertido.
Que no se asuste la gente con la que colaboro habitualmente. Esto no es una ruptura con el trabajo anterior. Simplemente se trata de dar un impulso y centrarte en cosas que me hagan sentir bien. Y en el centro de mi microuniverso una palabra clave para ello: reto, entendido como un objetivo o empeño difícil de llevar a cabo, y que constituye por ello un estímulo y un desafío para quien lo afronta (Diccionario de la RAE).
Busco retos y acompañantes para llevarlos a cabo. ¿Te apuntas?