Siempre me ha parecido un buen ejercicio cambiar el registro artístico en el que me muevo habitualmente. Ello supone un giro mental y del modo de abarcar la sesión de fotos. En esta ocasión la principal novedad era la morfología de la modelo: una silla (bueno, en realidad varias). Por supuesto que tenía sus pros (no se quejaba de nada, aguantaba perfectamente el frío…) y sus contras (no aportaba nada ni hacía sugerencia alguna que pudiera mejorar las fotos), pero sin duda fue una experiencia entretenida.
Procedente de un taller de restauración, la sesión estaba destinada a crear una imagen para una exposición de los diversos trabajos realizados en dicho taller.
Gráficamente opté por eliminar en gran medida el contexto en el que fue tomada la fotografía y recrear un entorno un tanto onírico y fantástico, ya que consideré que podía ser una buena manera de resaltar las cualidades de estas peculiares modelos.
Y éste es el resultado de todo el proceso: