Los que me conocen saben que no soy muy amigo de las sesiones de fotos rápidas, realizadas sin planificación de un día para otro. Personalmente creo que no aportan nada interesante a ningún miembro del equipo (en otras entradas ya he hablado de que las modelos deberían ser más exigentes con este tipo de sesiones, así que no me repetiré) y se convierten en una pérdida de tiempo o en un mero entretenimiento para gente con mucho tiempo libre. Me gustan más las cosas bien pensadas, con un plan de trabajo, un calendario y una preparación lo más minuciosa posible. Como bien dijo Pablo Picasso, «la inspiración existe, pero tiene que encontrarte trabajando».
Por otra parte tampoco soy partidario de realizar muchas sesiones. Conozco mucha gente que sí lo hace, pero salvo admirables excepciones, me parece que los resultados no son los más adecuados. Es una cosa que no me llena y que va en contra de una mínima calidad exigible. Prefiero el «menos es más» de Mies van der Rohe. Hacer pocas sesiones al año, una o dos al mes como máximo, y dedicarles el tiempo necesario para lograr unas imágenes de la máxima calidad posible, obviamente en la medida de mis posibilidades.
Y dicho todo esto aquí está la excepción. Una sesión sin apenas planificación ni pensar mucho en ella. Una sesión exprés mano a mano entre modelo y fotógrafo. Sinceramente no esperaba lograr un resultado así, mis expectativas eran menores. Sin duda el conocimiento previo y buena compenetración con la modelo fue una ayuda imprescindible (me parece necesario contar con modelos «activas» que aporten ideas, opinen, hagan sugerencias y critiquen constructivamente).
Aquí tenéis los resultados en imágenes de nuestra sesión, abierta a vuestros comentarios, por supuesto. Que ustedes la disfruten.